29 de agosto de 2011

Un pensamiento de Juan Palomar hacia la fotografía

La fotografía, mucho se ha dicho, es un arte complejo. La esencial dualidad de su naturaleza la convierte en una incisiva herramienta para inquirir la realidad cada imagen es, a la vez, un reflejo y una reflexión. Una respuesta y una pregunta. La certeza de una apariencia y la perpleja indagación sobre lo que permanece oculto. La visión más trivial guarda bajo su piel insospechadas posibilidades. Cada fotografía es al mismo tiempo una revelación y un enigma: una respuesta y, las más de las veces, más de una pregunta. Cada fotografía es un intento por asegurar una permanencia, por establecer una memoria. Y, como toda memoria, irremediable pasto del olvido.

Pocas invenciones se han adaptado con tal fidelidad y utilidad a la vida cotidiana. La fotografía ha resultado ser, a lo largo de su historia, uno de los ingenios que más profundamente han marcado su época. Sus aplicaciones son innumerables. Desde la descripción puntual de la filiación de gentes y cosas hasta la siempre incierta búsqueda por guardar, en una placa, la huella del tiempo en fuga.

Desde la primera impresión fotográfica conocida en estas tierras, y que pareciera corresponder al arribo a Guadalajara de las tropas invasoras francesas, no ha dejado de haber testimonios fotográficos que dan cuenta del devenir de habitantes, lugares y visiones. Un campo vasto e inexplorado es la fértil iconografia acumulada por los fotográfos diversos, aficionados y profesionales, pueblerinos y citadinos que no han dejado de captar, morosamente, los devenires jaliscienses. Nombres célebres y desconocidos han frecuentado el territorio de las imágenes fotográficas: Ignacio Gómez Gallardo, Victor Arauz Bauer, Octaviano de la Mora, Lola Álvarez Bravo y tantos y tantos otros que a través del diafragma y el obturador intentaron dejar constancia de una visión y de un tiempo irrepetible.

Juan Palomar Verea (1993) Revisión de las visiones. CONTRAVIENTO. No. Año 1 P.2

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