28 de febrero de 2010

Historia del bikini



Nunca ninguna mujer se ha visto mejor vestida que con traje de baño, y a pesar que se piensa que la modelo más antigua en bikini aparecio en el siglo IV, en un mosaico de la Plaza Armerina de Sicilia, Italia, pasaron siglos antes de que alguien se diera cuenta de que debía entrar vestido al agua, y convertir esta nueva costumbre en moda sensual y existosa.
Lo curioso es que el traje de baño nunca se concibió para dar realce a la belleza del cuerpo, ya fuera femenino o masculino, sino como atuendo apropiado de acuerdo a saludable recomendación médica del siglo XIX, pues según decían entonces, era conveniente que los pacientes tomaran baños, tanto en balnearios como en el mar, como terapia para ciertas enfermedades. Créase o no, dicha práctica médica se veía como remedio para curar la meningitis (inflamación de las membranas que cubren al cerebro) o como método con efectos benéficos para erradicar la depresión y males del amor. Ante tales promesas, los europeos empezaron a frecuentar de forma masiva las playas, hecho que hizo posible el desarrollo e impulso del transporte ferroviario. Así, cada vez fue posible apreciar a más hombres y mujeres que salían exprimiéndose los vestidos después de tomar algún baño en público.
Pero algo tan serio como meterse al agua merecía una prenda específica que expresara funcionalidad terapeútica, así como dar apariencia estética; de esta forma se creó el traje de baño, que permitió a ricos y pobres por igual gozar las aguas del mar, que no distinguía entre clases sociales ni conocia "impudicias"; después de todo, los peces no necesitan ropa para nadar.
Así pues, los trajes de baño siguieron los principios de los uso diario, cuando se trataba de sumergir a las señoras; por tal razón no suena extraño afirmar que el bañador del siglo XIX era atuendo por demás complicado, pues se trataba de un vestido confeccionado en franela, mismo que incluía corpiño ajustado y cuello alto; los brazos se cubrían pudorosamente con mangas hasta el codo y las caderas con un especie de faldilla que cubría hasta las rodillas. Como si fuera poco, debajo de tan severo equipo se ponían pantalones bombachos, medias negras e incluso zapatillas de lona, así que era claro que aquella indumentaria no era sino auténica armadura de tela para nadar, que no tenía nada de actrativo... ni de práctico. En pocas palabras, por diseño, daba lo mismo meterse al agua completamente vestidos, ¡y aún así, el bañador causaba escándalo!
Hacía 1855, el diario londinense The times dedicó varias columnas a servir como mediador en la controversia suscitada en tomo a la "desvergüenza" que suponía ponerse el atuendo para entrar al agua, polémica que alcanzó tonos de aquelarre o cualquier otro tipo de ritual "satánico" a raíz de las entusiastas declaraciones de cierto médico de renombre. Resulta que Henry Bennet regresó de haber pasado sus vacaciones en la playa francesa Biarritz, tan emocionado con lo que había visto en aquélla costa -es decir, la novedad del traje de baño galo- que escribió: "Damas y caballeros visten trajes para nadar con la misma naturalidad que se utilizan los vestidos de noche para asistir a alguna cita. El de las señoras consiste en una especie de calzón de lana, y blusa de color negro que termina más abajo de la rodilla, y se sujeta con cinturón de cuero. Los caballeros llevan cierta clase de traje de marinero a rayas".
El terror moralista hizo que a partir de 1880 comenzara a utilizarse la "máquina de baño", artefacto semejante a un cajón que se deslizaba -con la bañista dentro y cubierta con el llamado capuchón de medestia- hacia el interior del mar utilizando una rampa. Hay que aclarar que dentro de aquel cajón rodante se vestían y desvestían quienes pretendían darse un chapuzón.
Así las cosas, la libertad epidérmica comenzaba a ganar batallas. En vísperas de la Primera Guerra Mundia. empezó a ponerse de moda el traje de baño ajustado y de una sola pieza. Aunque todabía contaba con mangas y estaba provisto de falta que llegaba hasta las rodillas, la prenda fue creada gracias a los experimentos textiles del danés Carl Jantzen, cuyo apellido se convirtió en sinónimo del traje de baño elásticos que confeccionó el mencionado fabricante.
La creación del famoso atuendo de dos piezas que ya no tenía tela en la espalda y con tirantes muy delgados tuvo en 1930, pero el gran "salto" en su evolución se dio pasada la Segunda Guerra Mundial. Así, en 1946 el diseñador francés Louis Reard preparaba en su taller parisino particular desfile de modelos donde iba a presentar la novedad absoluta en el mundo de la boda bañista femenina: el bikini. Pero, como surgió la idea de llamarlo así?
Por aquél tiempo, la prensa presentaba permanentemente noticias relativas a las pruebas y explosiones nucleares que se realizaban en el atolón (conjunto de corales que forman una laguna) del archipiélago de Islas Bikini en el Pacífico Sur. Sin embargo Reard no pudo conseguir ninguna modelo profesional que se atreviera a usar esa prenda tan "descocada", por lo que tuvo que contratar a Micheline Bernardini, bailarina de cierto casino de París. Cuando estaban a punto de iniciar el desfile, la controvertida prenda aún no tenía nombre, por lo que el francés tuvo el buen tino de preguntarle a la chica como podrian llamarla; la nada tímida Bernardini contestó sin titubear: "Señor Reard, su bañador va a ser más explosivo que la bomba de Bikini", así el diseñador adoptó la ingeniosa salida de su improvisada modelo, y decidió presentar su traje de baño con dicho nombre, que tan popular habría de hacerse poco después.

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